Dicen que los sueños no
son otra cosa que las manifestaciones del inconsciente; algo así como el
procesador de la información que acumulamos en todo un día. Hoy amanecí con
una fuerte necesidad de analizar mi reciente sueño.
¿Por qué?
Quizá en estas líneas
pueda expresar toda esta energía recibida la noche anterior; Aquí va:
Estaba con unos amigos,
no los vi con claridad, pero eran Eder y Guido. Estábamos juntos en una casa
que tenía un patio hermoso. El patio se comunicaba directamente con una
habitación a través de una especie de mampara o puerta de vidrio. Adentro había
una persona que estaba pidiendo ayuda. Entramos a la habitación para ayudarle,
queríamos saber que le sucedía. El joven nos dijo que tenía miedo porque ese
lugar estaba endemoniado. Que ese lugar tenía un espíritu maligno que lo estaba
atormentando. Los muchachos (Eder y Guido) me miraron como esperando que yo hiciera
algo. Es así que me armé de valor (aunque tenía miedo), levanté la mano derecha
haciendo un Angulo de noventa grados con el brazo y declaré a ese espíritu maligno
que se fuera. Sí, le ordené que por el poder de Dios él debía retirarse
inmediatamente. Que un poder mucho más superior que cualquier cosa le ordenaba
que se fuera. Mis amigos y yo estábamos nerviosos, quizá la palabra correcta es
que estábamos aterrados.
Para ser honesto, yo no
me sentía moralmente en sintonía, así que probablemente no había mucho poder en
mis palabras. De pronto todo se volvió oscuro, no se podía ver nada y el miedo
aumentaba entre nosotros.
A este punto ya no podía
moverme, quería escapar, pero no podía, mis extremidades no me respondían, me
desesperaba por que intentaba gritar y tampoco podía. Me acordé de todas mis
faltas y también un sentimiento horrible me atormentaba. Definitivamente estaba
en dominios del maligno. Era una de las peores pesadillas que hasta ahora puedo
recordar. Soy un hombre creyente, así que poco a poco entregué lo que quedaba
de mí al creador.
Yo suplicaba: Padre,
perdón, disculpa mis pecados y permítenos salir de este lugar horrendo. Mis ruegos
parecían que se perdían en la inmensidad de esa oscuridad, que no había nada
que hacer, que ya estábamos destinados a una destrucción dolorosa.
De pronto y muy
lentamente la habitación se iluminaba dándonos una sensación de alivio. Antes
de que todo se ponga tan claro como al medio día, una voz sarcástica y
perturbadora nos dijo que había cuentas que saldar, que pronto nos visitaría
para cobrarlas y con intereses. Inmediatamente después, esa energía oscura desapareció.
Salimos de ese lugar con
prisa comentando tan horrible experiencia. La verdad me sentí muy solo, nunca
me había sentido tan desprotegido frente al maligno. Poco a poco mientras
recordábamos lo sucedido, algunas imágenes se aclaraban en mi mente. Pude
recordar que mientras estaba inmóvil, mientras el recuerdo de mis faltas me
atormentaba y padecía un dolor físico y emocional; había una persona a mi lado.
Ahora lo puedo ver claramente, era un señor de unos 65 o 70 años, tez blanca y
cabellos canos, él vestía con una camisa clara que dejaba notar que estaba
subido de peso. Ese señor estaba a mi
lado todo el tiempo de nuestro padecimiento, nos cuidaba. No dijo nada solo
estaba ahí, luego, mientras se iluminaba el lugar, él se alejaba.
Salimos de aquel lugar y
subimos a un taxi que nos llevó a un lugar más seguro, creo que era la casa de
unos tíos. (fin del sueño)
Ahora sentado en mi
escritorio me pongo a ponderar sobre esta alucinación.
¿Será que significa algo?
No soy de las personas
que les ponen mucha energía a los sueños, los sueños, sueños son y nada más.
Rebuscando entre mis recuerdos sobre lo que hice ayer, tal vez tenga relación algo
que leí y que me impactó muchísimo. En el libro Los Miserables escrito por Víctor
Hugo, hay un relato impactante. Se trata de Jean Valjean, un hombre que por
cuestiones de la vida tuvo que padecer mucho hasta convertirse en ladrón. Perseguido
por la sociedad, cambió de identidad para poder vivir mejor y hacer cosas
diferentes a su antigua vida, actos buenos que puedan compensar sus pecados
pasados.
Jean Valjean entregándose y liberando a un pobre hombre |
En lo mejor de su vida
como el nuevo y respetado señor Madeleine, un hombre caritativo y muy prospero,
Madeleine se enteró de que un pobre desdichado estaba a punto de ser juzgado, y
que ese hombre era acusado por ser Jean Valjean.
Madeleine no dejaba de
pensar en ese pobre hombre y que iba a ser condenado por ser alguien que no es.
El verdadero Jean
Valjean, que ahora gozaba con una nueva identidad (el alcalde Madeleine), se
sumió en una conversa interior y muy profunda consigo mismo sobre qué hacer.
En primer lugar, el señor
Madeleine evaluó todas sus buenas obras durante los últimos 15 años. Había
logrado ayudar a una comarca muy pobre y la había vuelto industriosa, había
dado trabajo a mucha gente y construido un hospital y un asilo. Era un
filántropo como pocos. Así que la primera conclusión fue que:
¡Ya
había llegado a la meta!
Por otro lado, él mismo
se contradecía preguntando sobre: ¿Cuál realmente era la meta?
¿Acaso era ocultar como
se llamaba?
¿Engañar a la policía?
¿No tenía acaso otra meta
que era la importante, la verdadera?
Salvar no su persona,
sino su alma, volvería a ser honrado y bueno.
¡Ser un hombre justo!
¿Es que no era eso ante
todo?
Ahora, si no hacía nada
por salvar a un hombre que lo confundían con él…
¡volvía a abrir la puerta
del pasado al cometer nuevamente una acción infame!
¡volvía a ser un ladrón,
y el más odioso de todos los ladrones!
¡le robaba a otro la
existencia, la vida, la paz, el lugar al sol!
¡Se convertía en asesino!
¡Mataba, mataba
moralmente a un pobre hombre, le infringía esa muerte espantosa en vida, esa
muerte del cielo a la que llaman presidio!
Esta parte de la historia
de Jean Vajean me ha enseñado que todos tenemos deudas por saldar, un pasado
que nos aflige, todos tenemos monstruos por perseguir.
Así pues, Jean Valjean hace
lo que muchos de nosotros no hacemos, enfrentar nuestros errores, pagar el
precio. Aunque el precio signifique un último sacrificio.
Víctor Hugo concluye
maravillosamente esta parte de la vida de Jean Valjean con esta frase:
¡Solo
entraría en la santidad a ojos de Dios si entrara de nuevo en la infamia de los
ojos de los hombres!
¡Quedarse
en el paraíso y allí volverse un demonio o regresar al infierno y allí volverse
un ángel!
Anoche soñé, recordé que también
tengo demonios por perseguir, viejos miedos, deudas pasadas que me causan
angustia. Quizá mi inconsciente me está sugiriendo hacer algo. Algo significativo
y no solo un paliativo. Total, no estoy solo, Dios está siempre ayudándonos en
persona o por medio de amigos, o a través de gente que aparecerá en el momento
adecuado.
Quizá mi mente me esta recordando
que no debo perder de vista la meta, sí, la verdadera meta.