Cuando hay niños en casa sabes que tienes una responsabilidad grande sobre tus hombros. Los niños son como una esponja que absorben todo, tanto lo bueno como lo malo. John Bradshaw en su libro “NUESTRO NIÑO INTERIOR”, menciona que: “…los niños necesitan aprender, y su aprendizaje depende de sus tutores. Ellos desarrollan fuerzas interiores como resultado de sus interacciones con sus tutores” (Bradshaw, 1993, pág.35 ).
Liam Gael, Fabrizio Phavel y Phavel Fernando |
En el mismo libro
Bradshaw hace mención sobre la espiritualidad del niño: “Los niños también son
por naturaleza espirituales. En lo que a mí concierne, la integridad y la espiritualidad
son sinónimos. Los niños son místicos ingenuos. Pero es una espiritualidad
ingenua, sin crítica; más tarde será la esencia de la espiritualidad madura,
reflexiva. La espiritualidad involucra lo más profundo y auténtico en nosotros:
nuestro verdadero yo, Cuando somos espirituales, estamos en contacto con nuestra
singularidad. Es nuestro ser fundamental. La espiritualidad involucra también
la sensación de conexión con algo más grande que nosotros mismos. Los niños son
creyentes naturales; saben que existe algo más grande que ellos mismos” (Bradshaw, 1993, pág. 41)
Una de las cosas que más deseo es que Fabrizio desarrolle su espiritualidad, que conozca sobre Dios, es por eso que le muestro cual es mi relación con el padre, y como él también puede hacerlo. Me da mucha satisfacción ver a mi chiquitín de rodillas y con sus ojitos cerrados ofrecer, con sus propias palabras, una oración al Padre Celestial.
Salimos temprano para
dejar un recado en la casa de su tía Astrid, que convenientemente vive cerca de
la capilla, y llegamos 5 minutos antes al centro de reuniones. Al entrar, buscamos
un lugar estratégicamente ubicado, ni muy adelante ni muy atrás; pues si Fabri tenía
una emergencia, como el de ir al baño, podíamos salir con facilidad.
La reunión sacramental
fue un desafío que lo pasamos con una nota regular, para ser su primera vez hay
que darle mucho mérito. Aprendí con el ejemplo de mi cuñada Gabriela que para
tenerlos quietos hay que darles algo con que se distraigan, un libro para colorear
o alguna cosa rica como frutas, galletas, gomitas, etc. Si están portándose
bien los premias, la cosa es mantenerlos ocupados y siempre decirles que
guarden silencio. Realmente ella hace un buen trabajo, mis sobrinos Phavel y Gael
se portan muy reverentes en la iglesia. Bueno, yo no tenía un libro ni colores,
pero si gomitas; así que felizmente Fabrizio entendió el principio de “premios por logro” y no fue una gran molestia.
Me despedí de la “Nenita” (así le llaman de cariño mis sobrinos a su abuelita Elizabeth). La Nenita me miró y me dijo: “Quédate y déjame a cargo a Fabrizio, no te preocupes que todo va a estar bien”. Quise advertirle que ella no tenía idea de quien era ese “pequeño demonio” pero ella insistió: “No te preocupes, mejor ve a tus reuniones de sacerdocio”. Yo sentí que ya había hecho mi parte y pues dejaría que la nenita se dé cuenta por si misma a lo que se enfrentaba.
Fabrizio efectivamente no
fue un niño tranquilo en clase ni mucho menos, pero la paciencia, el amor de
las maestras y de la nenita hicieron que Fabrizio, poco a poco pueda interactuar
con otros niños. Adicionalmente, dejar que yo pueda cargar mis baterías espirituales
asistiendo al grupo de sacerdocio.
Fue un domingo de mucho aprendizaje,
tanto para mí como para Fabrizio, pero la admiración y gratitud inmensa va para
las hermanas maestras de la primaria: NayRuth, Ghina, Elizabeth, Zoila; ese
domingo entendí la importancia del servicio y la paciencia que ellas
desarrollan con los más pequeñitos de la congregación.
REFERENCIAS
Bradshaw, J. (1993). NUESTRO NIÑO INTERIOR (EMECE
(ed.)).
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