miércoles, 1 de diciembre de 2021

LA RELACION DE UN NIÑO CON DIOS

Cuando hay niños en casa sabes que tienes una responsabilidad grande sobre tus hombros. Los niños son como una esponja que absorben todo, tanto lo bueno como lo malo. John Bradshaw en su libro “NUESTRO NIÑO INTERIOR”, menciona que: “…los niños necesitan aprender, y su aprendizaje depende de sus tutores. Ellos desarrollan fuerzas interiores como resultado de sus interacciones con sus tutores” (Bradshaw, 1993, pág.35 ).

Liam Gael, Fabrizio Phavel y Phavel Fernando

En el mismo libro Bradshaw hace mención sobre la espiritualidad del niño: “Los niños también son por naturaleza espirituales. En lo que a mí concierne, la integridad y la espiritualidad son sinónimos. Los niños son místicos ingenuos. Pero es una espiritualidad ingenua, sin crítica; más tarde será la esencia de la espiritualidad madura, reflexiva. La espiritualidad involucra lo más profundo y auténtico en nosotros: nuestro verdadero yo, Cuando somos espirituales, estamos en contacto con nuestra singularidad. Es nuestro ser fundamental. La espiritualidad involucra también la sensación de conexión con algo más grande que nosotros mismos. Los niños son creyentes naturales; saben que existe algo más grande que ellos mismos” (Bradshaw, 1993, pág. 41)

Una de las cosas que más deseo es que Fabrizio desarrolle su espiritualidad, que conozca sobre Dios, es por eso que le muestro cual es mi relación con el padre, y como él también puede hacerlo. Me da mucha satisfacción ver a mi chiquitín de rodillas y con sus ojitos cerrados ofrecer, con sus propias palabras, una oración al Padre Celestial.



Sin embargo, también sé que debe aprender que hay un día especial para dedicar a Dios, esto es, ir a las clases dominicales. Con el asunto de la pandemia Fabrizio ha estado encerrado en casa con muy poca interacción con niños de su edad; por consiguiente, yo no sabía cómo iba ser su desempeño en las clases de la primaria en la iglesia. Como la gran mayoría de los pequeñines de su edad (4 años), Fabri es muy inquieto y no entiende mucho de los protocolos de guardar reverencia en momentos y lugares especiales. Esto es algo que todos aprendemos con la práctica y el tiempo, pero si lo aprendes de niño es mucho mejor. El sábado en la noche yo había tomado la decisión de llevarlo a la capilla, todo estaba planificado.

Salimos temprano para dejar un recado en la casa de su tía Astrid, que convenientemente vive cerca de la capilla, y llegamos 5 minutos antes al centro de reuniones. Al entrar, buscamos un lugar estratégicamente ubicado, ni muy adelante ni muy atrás; pues si Fabri tenía una emergencia, como el de ir al baño, podíamos salir con facilidad.

La reunión sacramental fue un desafío que lo pasamos con una nota regular, para ser su primera vez hay que darle mucho mérito. Aprendí con el ejemplo de mi cuñada Gabriela que para tenerlos quietos hay que darles algo con que se distraigan, un libro para colorear o alguna cosa rica como frutas, galletas, gomitas, etc. Si están portándose bien los premias, la cosa es mantenerlos ocupados y siempre decirles que guarden silencio. Realmente ella hace un buen trabajo, mis sobrinos Phavel y Gael se portan muy reverentes en la iglesia. Bueno, yo no tenía un libro ni colores, pero si gomitas; así que felizmente Fabrizio entendió el principio de “premios por logro” y no fue una gran molestia.


Después de la reunión sacramental lo siguiente en la agenda era la escuela dominical, aquí los niños, por edades, están en clases con sus maestras y aprenden del evangelio de Jesucristo con mensajes y materiales adaptados para su edad. Yo estaba seguro que pasar el “examen” de la reunión sacramental ya era un logro grande y me dije que por ser el primer domingo ya era suficiente.

Me despedí de la “Nenita” (así le llaman de cariño mis sobrinos a su abuelita Elizabeth). La Nenita me miró y me dijo: “Quédate y déjame a cargo a Fabrizio, no te preocupes que todo va a estar bien”. Quise advertirle que ella no tenía idea de quien era ese “pequeño demonio” pero ella insistió: “No te preocupes, mejor ve a tus reuniones de sacerdocio”. Yo sentí que ya había hecho mi parte y pues dejaría que la nenita se dé cuenta por si misma a lo que se enfrentaba. 

        

Fabrizio efectivamente no fue un niño tranquilo en clase ni mucho menos, pero la paciencia, el amor de las maestras y de la nenita hicieron que Fabrizio, poco a poco pueda interactuar con otros niños. Adicionalmente, dejar que yo pueda cargar mis baterías espirituales asistiendo al grupo de sacerdocio.



Fue un domingo de mucho aprendizaje, tanto para mí como para Fabrizio, pero la admiración y gratitud inmensa va para las hermanas maestras de la primaria: NayRuth, Ghina, Elizabeth, Zoila; ese domingo entendí la importancia del servicio y la paciencia que ellas desarrollan con los más pequeñitos de la congregación.

 

REFERENCIAS

Bradshaw, J. (1993). NUESTRO NIÑO INTERIOR (EMECE (ed.)).

 

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