No sabía cómo empezar a escribir sobre El libro de Job, sobre todo, no
encontraba el nexo de como relacionar esta historia con mis experiencias
personales. Sin embargo, esta mañana mi amiga Beisit me escribió al WhatsApp y
chateamos por un momento. En esa conversa yo había encontrado la forma de como
direccionar esta historia.
Beisit está trabajando en
África liderando un equipo de ambientalistas. Como podemos imaginar su trabajo
no es de escritorio, esa labor es exclusivamente de campo. Me imagino a ella en
medio de la selva africana tomando mediciones de la basta vegetación. Sí, veo
arboles inmensos y a esos animales oriundos de esas tierras. Aprovechando los
avances de la tecnología, Beisit me envió su ubicación y pude ver donde se
localizaba exactamente en tiempo real.
Al ver su ubicación y las
fotos que me envió, pude automáticamente, sacar ciertas conclusiones:
1.
Que habían cerca de 12 mil kilómetros de
distancia
2.
Que
realmente había mucho verdor y biodiversidad
3.
Que
los atardeceres eran simplemente magníficos, etc.
Al poco tiempo ella me
escribió algo así como: “Estoy en el
medio de la nada y en lo alto de una montaña”.
Evidentemente estábamos viendo
una misma cosa, pero procesando diferente la misma realidad.
¿Cómo puede estar en medio de la nada?
Allá había una variedad
de flora y fauna. Ya puedo imaginar los sonidos únicos de la selva. Yo no
estaba entendiendo.
Beisit después me aclaró
que se refería a que estaban sin recursos, sin mucha comida y sin personas
(solo su equipo de trabajo).
Uso esta larga
introducción para resaltar que muchas veces dos personas vemos una misma cosa y
la entendemos diferente. En muchos casos eso nos lleva a hacer juicios
inexactos y a infructuosos enfrentamientos. Según Steve R Covey eso se
denomina: “Ver nuestro entorno usando nuestros propios paradigmas”. (Covey R., 1989)
Beisit estaba en lo
cierto, yo lo entendí mejor cuando me lo explicó.
Esta vez quiero comentar
de un libro que me ha enseñado mucho estas últimas semanas. El libro en mención
es “El libro de Job” en el Antiguo Testamento.
Para los que gustamos de
la Obra literaria “Los Miserables” escrito por Víctor Hugo, sacamos muchas
enseñanzas de cada uno de los personajes. Los Miserables tiene de todo,
encontramos romance, acción, comedia, historia, drama, en fin, tiene todo. Yo
soy un admirador de Víctor Hugo y su pluma. Pero…
¿A quién admiraba Víctor
Hugo?
Se dice que Víctor Hugo
dijo que “El libro de Job es tal vez la mayor obra de arte producida por la
mente del hombre” (Halley H., 1946)
Saber que la persona que
admiras siente admiración por algo, simplemente te hace querer investigar que
es ese algo.
Es así que me puse a leer
el libro de Job varias veces y también a escudriñar comentarios de personajes respetados.
Acompáñenme a analizar algunas partes de este fascinante libro.
Hubo en la tierra de
Uz un hombre llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, y temeroso de
Dios y apartado del mal. (Job 1:1)
La historia de este
hombre es tan interesante que algunos ponen en duda si realmente existió o no.
Algunos autores manifiestan que este libro es solo una expresión poética y que
los personajes nunca existieron.
Y aconteció que un
día vinieron los hijos de Dios a presentarse delante de Jehová, entre los
cuales vino también Satanás.
Y dijo Jehová a
Satanás: ¿De dónde vienes? Y respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la
tierra y de andar por ella.
Y Jehová dijo a
Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la
tierra, hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
Y respondiendo
Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde?
¿No le has levantado
tú una valla a él, y a su casa y a todo lo que tiene alrededor? Al trabajo de
sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la
tierra.
Pero extiende ahora
tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu mismo
rostro.
Y dijo Jehová a
Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tus manos; solamente no pongas tu
mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová. (Job 1:6-12)
Bordeando los detalles de
la conversación de Dios y el diablo y de cómo se dio este encuentro (que para
muchos resulta muy controversial). Les pido que analicemos como si se tratara
de un padre hablando con orgullo de su hijo. O de una persona sobre su amigo,
aquel que conoce por muchos años y sabe de su personalidad.
Dios nos conoce
individualmente a cada uno de nosotros y a pesar de nuestras debilidades, él
sabe de nuestro potencial. Dios se alegra por nuestros logros y apuesta el todo
por el todo por nosotros. Aun cuando nosotros lo defraudemos. Así es un padre,
así es un verdadero amigo. Entonces queda claro que estamos frente a un padre
orgulloso que le muestra al adversario que todo sacrificio vale la pena. Ahí está
él, orgulloso y con el pecho erguido. Por otro lado, tenemos al maligno, ese
ser despreciable lleno de envidia que atribuía la obediencia de Job a una
suerte de conveniencia material y no a un acto de verdadero amor.
Los versículos que siguen
solo demuestran el tipo de amor que Job tenia hacia el creador. Se dice que “Mientras
más alto subes más dura es la caída.” Entonces podemos imaginar lo
doloroso que fue para Job perderlo todo.
Según el libro Job tenía
siete hijos muy bien criados y de buena salud. Además, poseía muchas riquezas y
era bondadoso con los mas necesitados. Algunos autores afirman que Job era una
especie de rey, sí, un rey bueno y magnánimo.
Entonces el diablo mató a
sus hijos, hizo que sus posesiones se perdieran y de un momento a otro Job
estaba en la completa ruina material y sentimental.
Entonces Job se
levantó, y rasgó su manto, y se rapó la cabeza, y se postró en tierra y adoró, y
dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. Jehová dio y
Jehová quitó: ¡Bendito sea el nombre de Jehová! En todo esto no pecó Job ni
atribuyó a Dios despropósito alguno. (Job 1: 20-22)
El acto de rasgar las
vestiduras es una representación a mucho dolor y luto, y claro, perder a los
hijos debe ser un dolor inconmensurable. Adicionalmente, perder el fruto de
muchos años de esfuerzo también debió ser devastador.
¿Cuántos de nosotros no
caemos vencidos por mucho menos que esto?
¿Qué sabia Job que le dio
fortaleza para no claudicar?
¿Qué debo saber yo para
poder soportar las pruebas de la vida?
Continuemos con la
historia:
Después de tan dura
prueba, el Padre no podía estar más orgulloso de su hijo, claro, él lo conocía
y sabia de sus fortalezas y sus debilidades. Así que en otra conversa encaro al
adversario.
Y Jehová dijo a
Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la
tierra, hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que
todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo
arruinara sin causa?
Y Satanás respondió
a Jehová y dijo: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida.
Pero extiende ahora tu mano y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema
contra ti en tu mismo rostro. (Job 2: 3-5)
Me es difícil no
relacionarlo con mi vida y quizás ustedes lectores también puedan hacer una reflexión.
Cuando vemos a un ser querido sufriendo alguna enfermedad es una dura prueba
que puede hacer tambalear nuestro testimonio.
Conozco de personas que
quiero que sufren problemas de salud muy dolorosos, tan dolorosos que pasan
horas en hospitales. Sufren dolores tan intensos que solo poderosos analgésicos
pueden calmar sus pesares. Yo mismo me he quejado cuando enfermo y adolorido
hago mis oraciones al cielo preguntando del por qué. A veces el sufrimiento es
tan fuerte que simplemente me alejo.
Pero… ¿soy yo el único
que sufre? Es verdad que hay muchos que aparentemente la vida les trata mejor,
pero sin duda también hay muchos que sufren más que yo.
Se me viene a la mente
una familia a la que siempre les tuve un cariño muy especial, La familia Andía
Espejo. Ellos son una familia cristiana y practicantes del amor de Dios. Hace
años cuando yo apenas era un adolescente, se enteraron que yo estaba de
cumpleaños. Para esto debo contar que en mi familia éramos pobres que nunca celebrábamos
los cumpleaños. La familia Andía me invitaron a su casa y me prepararon un
platillo especial, si era churrasco con papas fritas, yo me sentía incómodo
porque todos los demás en la mesa comían un almuerzo regular. La madre les dijo
a los demás de la mesa que yo estaba comiendo así porque era mi cumpleaños.
Nadie murmuró ni mostró mala cara. Parecía que todos entendían que era algo
normal hacer ese tipo de demostraciones de amor. Muchas veces me puse a pensar
en por qué yo fui el único que comió carne ese día. Pues la verdad que los
Andía eran también pobres como nosotros, pero entendían mejor el significado de
dar, de servir al prójimo, de amar sin condición. Pasaron los años y los
muchachos Andía Espejo (amigos míos) crecieron y tuvieron sus propias familias.
Todo les estaba yendo muy bien, claro, tenía que irles bien porque eran buenos
y amaban a Dios sobre todas las cosas. Sin embargo, al poco tiempo el patriarca
del hogar enfermó y murió. No pasó muchos meses y el hijo mayor, Fernando,
también falleció en un accidente de tránsito (dejando esposa e hijos). Era una
desgracia que golpeó duramente a la familia y a los amigos.
¿Cómo se habrán sentido los deudos frente a
tan sensibles pérdidas?
Por seguro se sintieron
lo más cercano a lo que Job padeció. Al principio debe ser difícil asimilar
todo este sufrimiento. La forma que reaccionamos no va a ser la misma a pesar
del conocimiento que tengamos.
Volviendo a la historia
de Job, ahora él no solo estaba padeciendo el dolor de perder a sus hijos y sus
posesiones, ahora sufría dolor físico por una enfermedad.
No pues... ¿Qué hacer?, ¿Qué
decir?, ¿Qué pensar?.
Ahora voy a traer a este análisis
la parte introductoria de este relato. La conversación que tuve con Beisit y la
manera en la que vi una misma realidad: “Estoy
en medio de la nada”, donde ella veía y sentía muy diferente a como yo lo
veía.
Desde el principio de los
tiempos, Dios había instruido a su pueblo que si obedecían les iría bien, de lo
contrario sufrirían pesares, quizás los siguientes versículos aclare mejor la
manera de entender del antiguo pueblo de Dios en relación a la obediencia.
He aquí, yo pongo
hoy delante de vosotros la bendición y la maldición:
La bendición, si
obedecéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy; y
la maldición, si no obedecéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios... (Deuteronomio
11:26-28)
Ahora me pregunto y les
extiendo la pregunta:
¿Acaso no habríamos
pensado que Job sufría todo esto porque había pecado?
Si no hubiéramos conocido
la historia completa, es decir, la conversación de Dios y el diablo y el plan
para probar a Job. Quizás pensaríamos como mucha gente pensó en torno a su
dignidad.
Es que la escritura es
clara, si obedeces eres bendecido y si no, atente a las consecuencias. Ahora
Job (según las personas de su entorno) estaba sufriendo el castigo de sus
errores.
Entonces le dijo su
esposa: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. (Job 2:9)
Que golpe tan duro, tu
esposa, tu amiga, tu compañera, ella también estaba usando su propia percepción
y emitiendo un juicio, que para nosotros que sabemos cómo pasan las cosas, era
equivocado.
Y tres amigos de
Job, Elifaz, el temanita, y Bildad, el suhita, y Zofar, el naamatita, luego que
oyeron de todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su
lugar, porque habían convenido en venir juntos para condolerse de él y para
consolarle.
Los cuales, alzando
los ojos desde lejos, no lo reconocieron y lloraron a gritos; y cada uno de
ellos rasgó su manto, y esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo.
Así se sentaron con
él en tierra durante siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra,
porque veían que su dolor era muy grande. (Job
2:11-13)
Me imagino que esos tres
amigos también eran acaudalados como Job, la escritura dice que lloraron y
sufrieron al ver a su amigo. También dice que no lo reconocieron, imagino que
era porque su rostro estaba desfigurado a causa de la enfermedad.
¿Eran buenos amigos?
Mi humilde opinión es que
si, aunque también juzgaron a Job de acuerdo a sus propios paradigmas.
Estando ahí con su amigo
en desgracia, lo único que podían hacer era escucharlo y darle palabras de
esperanza. Pero qué difícil es para los hombres saber escuchar, es que es
cierto, a veces solo oímos y ya tenemos una respuesta sin ni siquiera analizar
las palabras del otro.
El sufrimiento de Job era
tan grande que maldijo el día que nació y se quejó profundamente por todo lo
que le acontecía. Pero a los ojos de sus amigos y por el “conocimiento” que
ellos tenían, Job tenía que arrepentirse porque era evidente que ese era un
castigo de Dios.
Entonces respondió
Elifaz, el temanita, y dijo:
Si intentáramos
hablarte, ¿te sería molesto?
Pero, ¿Quién podrá
detener las palabras?
He aquí, tú
enseñabas a muchos
y las manos débiles
fortalecías.
Al que tropezaba,
tus palabras sostenían;
y fortalecías las
rodillas débiles.
Mas ahora que el mal
ha venido sobre ti, te desalientas;
y ahora que ha
llegado a ti, te turbas.
¿No es esto tu
temor, tu confianza,
tu esperanza y la
perfección de tus caminos?
Recuerda, te ruego,
¿quién, siendo inocente, ha perecido jamás?
O, ¿Dónde han sido
destruidos los rectos?
Como yo he visto,
los que aran iniquidad
y siembran aflicción,
eso mismo siegan. (Job 4:1-8)
A veces nos sentimos
incomprendidos, que, al ver nuestra situación, la gente que nos rodea piensa
que nos ahogamos en un vaso de agua. Que son consecuencias de nuestros actos y
que “Ya va a pasar” Estos amigos estaban seguros que todo lo que pasaba a Job
era consecuencia del pecado. Nada más alejado de la verdad, lo peor era que, en
vez de ayudar a Job, estos comentarios agudizaban su sufrimiento.
Elifaz continúa hablando
a Job:
Porque la aflicción
no sale del polvo, ni el sufrimiento brota de la tierra.
Pero como las
chispas se levantan para volar por el aire,
así el hombre nace
para la aflicción.
Ciertamente yo
buscaría a Dios y le encomendaría mi causa;
Él hace cosas
grandes e inescrutables, y maravillas sin número;
él da la lluvia
sobre la faz de la tierra y envía las aguas sobre los campos; él pone en alto a
los humildes y da seguridad a los enlutados; él frustra los pensamientos de los
astutos, para que sus manos no prosperen; él prende a los sabios en su propia
astucia,
y el consejo de los
perversos es malogrado. (Job
5:6-13)
Elifaz se pone a
sermonear a su amigo en un momento inadecuado.
¿Acaso Job no sabía de
las escrituras?
En ese momento me imagino
a Job pensando ¿Por qué me dice esas cosas? ¿acaso soy culpable de algo? Y si
lo soy, mejor me dirían la causa en vez de atormentarme y calificarme.
Enseñadme, y yo
callaré; y hacedme entender en qué he errado. (Job 6:24)
Pero no todo es malo,
Elifaz sin conocernos, también nos está dando una enseñanza poderosa. Sí, a mí
el pecador constante, este ser que a pesar que conoce a Dios se desvía de
cuando en vez de su presencia.
He aquí,
bienaventurado es el hombre a quien Dios corrige; por tanto, no menosprecies la
corrección del Todopoderoso. (Job 5 :17)
Esto no aplica a Job,
pero si a muchos de nosotros; seamos más lentos en quejarnos y listos a aceptar
la corrección del eterno.
A continuación, Elifaz,
en tono poético, nos relata todas las ventajas de estar al lado del creador y
Dios:
En el hambre te
rescatará de la muerte, y en la guerra, de manos de la espada.
Del azote de la
lengua serás protegido y no temerás la destrucción cuando venga.
De la destrucción y
del hambre te reirás y no temerás a las fieras del campo, pues aun con las
piedras del campo tendrás alianza,
y las fieras del
campo estarán en paz contigo. (Job 5:23)
Job seguía sufriendo y
quejándose amargamente de su vida. Él estaba seguro que no había hecho nada
malo para recibir tan cruel castigo. Sus amigos seguramente lo escuchaban y lo
dejaban para que se desahogue de todos sus lamentos. Ahora era el turno de los otros
amigos, que, sin anestesia, le dijeron lo que pensaban.
Y respondió Bildad,
el suhita, y dijo:
¿Hasta cuándo
hablarás tales cosas,
y serán las palabras
de tu boca como un viento impetuoso?
¿Acaso pervertirá
Dios el juicio, o pervertirá el Todopoderoso la ajusticia?
Si tus hijos pecaron
contra él, él los entregó en manos de su transgresión.
Si tú de mañana
buscas a Dios y ruegas al Todopoderoso, si fueras puro y recto, ciertamente se
despertaría ahora en tu favor
y haría prosperar la
morada de tu justicia. (Job 8:3-6)
Y respondió Zofar,
el naamatita, y dijo:
¿No han de tener
respuesta las muchas palabras?
¿Y el hombre que
habla mucho será justificado?
¿Harán tus falacias
callar a los hombres?
¿Y harás escarnio, y
no habrá quien te avergüence?
Tú dices: Mi
doctrina es apura, y yo soy limpio delante de tus ojos.
Mas, ¡quién diera
que Dios hablara, y abriera sus labios para contigo y te declarara los secretos
de la sabiduría, que son el doble de la sana sabiduría!
Conocerías entonces
que Dios te ha castigado menos de lo que tu iniquidad merece. (Job
11:1-6)
Seguramente ustedes, así
como yo, están pensando en este momento, “con amigos como estos, quien necesita
enemigos”. Estos “amigos” ya habían señalado con el dedo acusador a Job,
prácticamente le estaban reprendiendo severamente a que cambie su actitud y que
se arrepienta. La verdad no me sorprende que aun ahora estos ejemplos se
repitan en nuestra vida cotidiana. Muchas veces nosotros somos ese amigo
inquisidor. Nosotros (muchas veces sin querer) juzgamos a nuestros semejantes,
y eso es debido a nuestros propios paradigmas.
Entonces, Job a pesar de
todo lo que sufrió, también tuvo que soportar injurias de los amigos y burlas y
desprecios de gente que él había ayudado tiempo atrás. Haciendo un paralelo a
nuestros tiempos, nosotros incluso nos adentramos tanto en una discusión que ya
perdemos la objetividad y queremos a toda costa tener la razón.
Aquí va otra reflexión:
Hay momentos en nuestras
vidas que nos pasan tantas cosas que entramos en una profunda depresión que por
momentos nos olvidamos de nosotros mismos. Algunas veces hasta queremos
terminar con nuestra propia vida. Quizás las crisis son más profundas por la
falta de conocimiento. Si conoceríamos la vida tal y como Job la conocía,
quizás no llegaríamos a pensar en acabar con nuestra propia vida. Job pudo
haberse quitado la vida y no lo hizo. Esto le sirvió de mucho por que pronto
tendría su recompensa:
Hay una escritura que
puede conectar muy bien lo que viene a continuación:
No os ha sobrevenido
ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser
tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la
tentación la salida, para que podáis soportar. (1Corintios
10:13)
Dios se aparece a Job y
habla con él. Ahora Job era miembro exclusivo de un pequeño grupo de personas
que hablaron con Dios. A continuación, la conversa íntegra:
Entonces respondió
Jehová a Job desde un torbellino y dijo:
¿Quién es ese que
oscurece el consejo
con palabras sin
conocimiento?
Ahora ciñe como
hombre tus lomos;
yo te preguntaré, y
tú me lo harás saber.
¿Dónde estabas tú
cuando yo fundaba la tierra?
Házmelo saber, si
tienes entendimiento.
¿Quién dispuso sus
medidas, si lo sabes?
¿O quién extendió
sobre ella cordel?
¿Sobre qué están
fundadas sus bases?
¿O quién puso su
piedra angular, cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban
todos los hijos de Dios?
¿Quién encerró con
puertas el mar cuando, irrumpiendo, salió del vientre, cuando puse yo nubes por
vestidura suya y su faja como oscuridad, y establecí para él mis límites y le
puse puertas y cerrojo, y dije: Hasta aquí llegarás, pero no más allá; y aquí
se detendrán tus orgullosas olas?
¿Has mandado tú a la
mañana en tus días?
¿Has mostrado al
alba su lugar, para que ocupe los confines de la tierra, y sean sacudidos de
ella los malvados?
Ella cambia como
barro bajo el sello, y viene a estar como con vestidura; mas la luz es quitada
de los malvados, y el abrazo enaltecido es quebrantado.
¿Has entrado tú
hasta las fuentes del mar,
y has andado
escudriñando el abismo?
¿Te han sido
descubiertas las puertas de la muerte,
y has visto las
puertas de la sombra de muerte?
¿Has considerado tú
la extensión de la tierra?
Declara si sabes
todo esto.
¿Por dónde va el
camino a la morada de la luz,
y dónde está el
lugar de las tinieblas, para que las lleves a sus límites, y entiendas las
sendas de su casa?
¿Lo sabías tú porque
ya habías nacido, o porque es grande el número de tus días?
¿Has entrado tú en
los depósitos de la nieve, o has visto los depósitos del granizo, que tengo yo
reservados para el tiempo de angustia, para el día de la guerra y de la
batalla?
¿Por qué camino se
difunde la luz y se esparce el viento solano sobre la tierra?
¿Quién abrió cauce
al turbión y camino a los relámpagos y a los truenos, haciendo llover sobre la
tierra deshabitada, sobre el desierto, donde no hay hombre, para saciar la
tierra desierta y desolada, y para hacer brotar la tierna hierba?
¿Tiene padre la
lluvia?
¿O quién engendró
las gotas del rocío?
¿De qué vientre
salió el hielo?
Y la escarcha del
cielo, ¿quién la engendró?
Las aguas se
endurecen a manera de piedra, y se congela la faz del abismo.
¿Podrás tú atar los
lazos de las Pléyades
o desatarás las
ligaduras del Orión?
¿Harás salir tú a su
tiempo las constelaciones de los cielos?
¿Guiarás a la Osa
mayor con sus hijos?
¿Conoces tú las
leyes de los cielos?
¿Dispondrás tú de su
dominio en la tierra?
¿Alzarás tú a las
nubes tu voz,
para que te cubra
abundancia de agua?
¿Enviarás tú los relámpagos,
para que ellos vayan
y te digan: Henos
aquí?
¿Quién puso la
sabiduría en el interior del ser?
¿O quién dio
entendimiento al espíritu?
¿Quién cuenta las
nubes con sabiduría?
Y los odres de los
cielos, ¿quién los hace verter, cuando el polvo se ha convertido en dureza, y
los terrones se han pegado unos con otros?
¿Cazarás tú la presa
para el león?
¿Y saciarás el
hambre de los leoncillos, cuando están echados en las cuevas, o están al acecho
en la espesura?
¿Quién prepara al
cuervo su alimento cuando sus polluelos claman a Dios y andan errantes por
falta de comida? (Job capítulo 38)
El siguiente capítulo
continua la amonestación de Jehová a Job, pero me imagino que, en este punto,
Job no estaba tan adolorido. Más bien me imagino que estaba gratamente
sorprendido de escuchar a Dios. Podría afirmar que en este punto ya todo era
soportable e incluso que el dolor ya había desaparecido. Ahora su conocimiento
se había incrementado. Obvio, Job tuvo que reconocer que no estuvo bien en
algunas cosas y se disculpó ante Dios, pero eso ya no importaba en ese momento.
Dios estaba a su lado y hablándole.
Entonces respondió
Jehová a Job y dijo:
¿Es sabiduría
contender con el Omnipotente?
El que disputa con
Dios, responda a esto.
Entonces respondió
Job a Jehová y dijo:
He aquí que yo soy
insignificante; ¿Qué te responderé?
Mi mano pongo sobre
mi boca.
Una vez he hablado y
no responderé;
aun dos veces, mas
no volveré a hablar.
Entonces respondió
Jehová a Job desde el torbellino y dijo:
Cíñete ahora como
hombre tus lomos;
yo te preguntaré, y
tú me lo harás saber.
¿Invalidarás tú
también mi juicio?
¿Me condenarás a mí
para justificarte tú?
¿Tienes tú un brazo
como el de Dios?
¿Y truenas tú con
voz como la de él?
Adórnate ahora de
majestad y de alteza,
y vístete de gloria
y de hermosura.
Derrama los
torrentes de tu ira, y mira a todo soberbio y abátelo.
Mira a todo soberbio
y humíllalo, y pisotea a los malvados en su sitio.
Entiérralos a todos
en el polvo; venda sus rostros en lugar oculto.
Entonces yo también
reconoceré que tu diestra podrá salvarte. (Job
40:1-14)
Después de semejante
experiencia, muy dolorosa por cierto, la relación entre Jehová y Job no fue la
misma. Quizás es el camino que la mayoría de nosotros tengamos que pasar en
algún grado. Hay cosas que no entendemos, conocimiento de lo alto que no
podemos asimilar en esta vida. Nos queda la promesa de que, si confiamos y
tenemos fe, algunas cosas se nos aclararan. Podremos entender después el
“porque” de nuestros desafíos, de nuestras aflicciones. Job lo entendió:
Y respondió Job a
Jehová y dijo:
Yo sé que todo lo
puedes,
y que no hay
pensamiento que se esconda de ti.
¿Quién es el que
oculta el consejo sin conocimiento?
Por tanto, yo hablaba lo que no entendía, cosas
demasiado maravillosas para mí, que no sabía.
Oye, te ruego, y
hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás.
De oídas había oído
de ti, mas ahora mis ojos te ven. (Job 42:1-5)
Así que seamos pacientes
en las aflicciones, porque tendremos muchas, aun no somos como aquellos hombres
nobles como Job que pasaron por un montón de aflicciones y nunca negaron la fe.
Por otro lado, también aprendamos a escuchar y a reconocer que “no todo lo que
brilla es oro” que nuestros paradigmas pueden hacernos juzgar erróneamente por más
evidentes que las cosas puedan parecer.
A propósito, los amigos
de Job fueron reprendidos y tuvieron que arrepentirse:
Y aconteció que
después que habló Jehová estas palabras a Job, Jehová dijo a Elifaz, el
temanita: Mi ira se ha encendido contra ti y tus dos compañeros, porque no
habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job.
(Job 42:7)
Puedes haber pasado por
mucho sufrimiento, quizás aún te falte pasar por muchas pruebas, recordemos que
esta vida es una vida de probación y se espera que desafíos pasen en algún
momento de nuestras vidas. Estoy seguro que los deudos de la familia Andía
encontraron el suficiente consuelo después de tanto sufrimiento. No tengo duda
que son una familia eterna y que ya tienen ganados un galardón celestial. Finalizo
con una frase que escuché de mi amigo Eder: “Prepárate para las cosas difíciles
mientras aun sean fáciles”
Quizás no vamos a sufrir
como Job, pero es ahora el tiempo de saber cómo actuar cuando los desafíos
vengan.
Referencias
Covey R., S. (1989). The 7 Habits of Higly Effective
People (first edit).
Halley H., H. (1946). Pocket Bible Handbook.