Quiero empezar contando una experiencia que tuve la primera vez que viaje a la ciudad de Lima en avión. Hace 23 años yo estaba viajando a Lima para servir como misionero de la iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos Días. No conocía la capital y estaba muy nervioso por viajar solo a una ciudad que, me habían dicho, era muy grande y peligrosa. Imagínense que a finales de los 90s no existían los adelantos tecnológicos que hoy tenemos, es decir: No celulares, no internet, entre otras cosas. Antes de viajar simplemente me dijeron que alguien, con un cartel, me iba a recibir en el aeropuerto.
Cuando llegué al aeropuerto de Lima me di con la ingrata sorpresa que nadie estaba esperándome. Los minutos pasaban y yo me ponía cada vez más nervioso. Algunas personas se me acercaban ofreciéndome ayuda para llevarme a donde yo quisiera, pero claro… por una cantidad de dinero. Eso me ponía más nervioso. Ya había pasado casi una hora y yo seguía parado sin saber qué hacer o a donde ir, nadie venía a mi encuentro. Entonces se me ocurrió que, si ponía atención, quizá pueda ver a otros misioneros que estarían de tránsito por el aeropuerto y yo podría irme con ellos. Me enfoqué en ver a jóvenes más o menos de mi edad y con terno. Vi un par de muchachos, me acerqué rápidamente a ellos les pregunté si eran misioneros. Lastimosamente su respuesta fue cortante y visiblemente se les notaba muy serios o muy concentrados. De manera sucinta me dijeron que eran postulantes a la Escuela Militar de Chorrillos. Pensándolo bien, no los culpo por esa reacción. Viajar de tan lejos para pasar por rigurosas pruebas físicas y de conocimientos, no es nada agradable. Si logras superar los exigentes exámenes, tu vida ya tiene una dirección clara, para los que no puedan aprobar, les espera un regreso triste y desolador. Entonces ahora se puede decir que fue entendible ver a esos muchachos tan tensos.
Volviendo a mi historia, después
de varios intentos yo ya estaba frustrado y sin saber qué hacer. Hasta que a lo
lejos pude distinguir a un muchacho con terno y con un semblante diferente a
los candidatos a la escuela militar. Ese jovencito estaba caminando sonriente y
animoso, la verdad su rostro irradiaba paz. Yo decidí seguirlo y casi al mismo
tiempo y de la nada, apareció un hombre con un cartel que decía Elder Ríos. Mi
alma volvió al cuerpo, me acerqué a Elder Ríos y al otro señor del cartel, después
nos dirigimos a un bus donde había otros misioneros. Resulta que se habían
olvidado de mí, pero eso ya es parte de otra historia
Fue en ese momento que
conocí a mi gran amigo Julio Ríos. Elder Ríos y yo servimos en la misma misión.
La Misión Cali Colombia.
Elder Julio Ríos es el séptimo empezando por la izquierda (parados), yo soy el séptimo empezando por la derecha. Centro de Capacitación Misional de Bogotá Colombia |
Esta historia me pareció
muy atinada como introducción del tema obra misional y liderazgo. Elder Ríos
fue un gran misionero, no tuve la suerte de servir junto a él, pero en cada
cambio cuando hablaba con nuevos misioneros o cuando yo me presentaba como
cusqueño, la gente me decía que conocían a un gran hombre que también era de
Cusco, el famoso Elder Ríos.
Volviendo al tema:
¿Qué es un líder?
Una búsqueda rápida en el
google encontramos:
Se define a los líderes como las personas capaces
de guiar e influir a otras personas o grupos de personas, y que éstos además lo
reconozcan como tal.
Un líder es
aquel que está al mando de un grupo y tiene la capacidad de motivar a sus
integrantes a través de su discurso o de su empatía.
Estas definiciones son
desde el punto de vista general, pero analicemos que significa ser líder dentro
del contexto espiritual:
En la conferencia general SUD de abril 2016, Stephen Owen discursó sobre el tema:
LOS
LÍDERES MÁS GRANDES SON LOS SEGUIDORES MAS FIELES
En ese discurso él dijo:
El liderazgo es una
expresión del discipulado; consiste, sencillamente, en ayudar a los demás a
venir a Cristo …
Su capacidad para liderar
no procede de una personalidad extrovertida, de la habilidad para motivar, ni
siquiera del talento para hablar en público; procede de su compromiso para
seguir a Jesucristo. Si consiguen hacer eso —aunque no lo hagan a la
perfección, pero lo intenten—, entonces serán líderes.
Aquí no está diciendo que el líder es expresamente alguien con llamamiento o alguien miembro del obispado, aquí menciona a los discípulos de Cristo.
En otras palabras, a todos nosotros.
No importa la edad o el género, todos somos líderes y es nuestra responsabilidad individual el ser los mejores líderes que podamos ser. El más grande líder de todos los tiempos fue Jesucristo, él nos enseñó cómo llegar a ser verdaderos líderes.
El Salvador dio a sus
discípulos un consejo similar cuando les dijo: “Si alguno quiere ser el
primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos” (Marcos 9;35).
Dentro
del reino de Dios, Liderar es servir.
Pero aquí salta otras
preguntas:
¿Por qué yo quisiera
compartir el evangelio?
¿Acaso el evangelio me ha
hecho mejor persona?
¿Acaso el evangelio me ha
ayudado y confortado en momentos de angustia?
¿Acaso el seguir a
Jesucristo a bendecido a mi familia y a mí infinidad de veces?
Si la respuesta es
afirmativa en siquiera una de las preguntas anteriores, entonces SI es mi
responsabilidad el compartir estas cosas con otros. No podemos ser egoístas de
guardar estas verdades para nosotros mismos.
Hay maneras efectivas de
predicar el evangelio, en mi opinión la mejor manera es siendo un buen
discípulo de Jesucristo. Mi comportamiento hablará por mí.
Como dice el dicho: Tus hechos no me dejan escuchar lo que me
predicas.
Esta es una responsabilidad
de todos, niños y adultos sin importar el género, nadie se salva. Permítanme
presentarles dos ejemplos de verdadero liderazgo, una proviene de mi sobrino
Phavel de siete años, el otro de Abigail en el antiguo testamento.
Phavel Fernando Loayza Zúñiga |
Phaveluchito me estaba enseñando en base a su propia experiencia, y con su ejemplo lo que un es un líder, alguien que demuestra el camino con acciones y no solo con palabras.
Phavel jugando básquet
Segundo ejemplo:
Vamos a 1 Samuel capítulo
25:
Abigail era esposa de
Nabal, un poderoso millonario que tenía cientos o miles de criados. Se podría
decir que, dentro de los estándares de nuestros tiempos, era un líder. Pero era
un líder malo, un déspota, amador del vino y de las fiestas.
En los tiempos en que
Dios había consagrado a David como líder de su pueblo, David se había refugiado
en las montañas organizando un ejército para poder destronar al rey Saúl.
Mientras tanto, ayudaban a los adinerados hombres cuidando su ganado de ladrones
extranjeros. Es así que David, mandó a sus sirvientes a pedir ayuda alimentaria
a Nabal, esta es la respuesta del esposo de Abigail:
10 Y Nabal respondió a los criados de David y dijo:
¿Quién es David? ¿Y quién es el hijo de Isaí? Muchos siervos hay hoy que huyen
de sus señores.
11 ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua y la carne
que he preparado para mis esquiladores, y he de dárselos a hombres que no sé de
dónde son?
Obviamente cuando David
se enteró de las palabras de Nabal se enfureció y tomó más de 400 hombres a
caballo dispuesto a arrasar con Nabal y su gente.
Aquí entra Abigail, que
sabía que si no hacía nada su pueblo seria destruido destruido.
18 Entonces Abigail se apresuró a tomar doscientos panes, y dos cueros de vino, y cinco ovejas guisadas, y cinco medidas de grano tostado, y cien racimos de uvas pasas y doscientos panes de higos secos, y lo cargó todo en asnos;
19 y dijo a sus criados: Id delante de mí, y he aquí, yo os seguiré luego. Y nada declaró a su marido Nabal.
20 Y aconteció que montó en un asno y descendió por
una parte encubierta del monte, y he aquí, David y sus hombres venían
descendiendo hacia ella; y ella fue a su encuentro.
23 Y cuando Abigail vio a David, se bajó rápidamente del asno; y postrándose sobre su rostro delante de David, se inclinó a tierra.
24 Y se echó a sus pies y dijo: Señor mío, sobre mí sea el pecado, más te ruego que permitas que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu sierva.
25 No haga caso ahora mi señor de aquel hombre
perverso, de Nabal, porque conforme a su nombre, así es. Él se llama Nabal, y
la insensatez está con él; mas yo, tu sierva, no vi a los criados de mi señor,
los cuales tú enviaste.
Abigail demostró
compasión y amor por su gente, sus actos sirvieron para salvar muchas vidas y
por seguro ganarse el respeto y admiración de sus criados. Ella se había
convertido en una lideresa muy influyente.
Complemento ideal son las
palabras del rey Benjamín en el libro de Mormón, cuando dijo: Cuando
os halláis al servicio de vuestros semejantes solo estas al servicio de vuestro
Dios. Mosiah 2:17
Hay muchas formas de hacer
obra misional en nuestra posición de líderes, a continuación, algunas
sugerencias:
- El buen ejemplo
- El amor
- El servicio
- La compasión
- La bondad
En el libro Meditación
paso a paso, el líder espiritual Budista, Dalai Lama, nos explica sobre
el amor y la compasión:
La bondad de una persona está
en relación directa con la fuerza y la calidad del pensamiento benévolo que
esta cultiva. Una persona amable encontrara muchos admiradores y estos se sentirán
próximos a ella.
La gente que tiene
compasión es amable con los demás, y su naturaleza agradable atrae a todo tipo
de amigos. Quienes están sinceramente interesados a ayudar al prójimo tienen la
paz y la alegría en el corazón
Que podamos ser esas
personas líderes que irradian tranquilidad, bondad y compasión. Así como ese joven
risueño que me salvó en el aeropuerto hace más de 20 años. Estoy seguro que si aplicamos estas sugerencias, la
gente tendrá el deseo de saber más de nosotros.
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